En la provincia, el gobernador Closs insiste, contrariando la actitud ética que le corresponde asumir como primer mandatario provincial, en utilizar reiteradamente el podio de los actos oficiales para una campaña que, en su caso, no es sólo partidaria, sino personal, ya que él mismo es uno de los principales candidatos de la lista oficialista. Es imposible no observar, además, que la campaña de la fuerza política gobernante en la provincia se ha caracterizado, con particular énfasis en estos comicios, por un desmesurado despliegue propagandístico, que utiliza todos los medios a su alcance, y aún los que no deberían estarlo como las fiestas populares o la Estudiantina, para intentar influir sobre el electorado. Estos excesos, a los que se ha referido este Diario más de una vez, pareciera que tienden, desafortunadamente, a ser naturalizados en la cultura política que se viene construyendo en los últimos años, caracterizada por un patrón confrontativo y una marcada debilidad de la responsabilidad ética que debe primar en el ejercicio del poder en democracia. El Obispo de Goya monseñor Canecin, en la reciente presentación del documento “Elecciones, servicio al bien común”, apuntó a esta realidad y pidió no escatimar esfuerzos para asegurar la transparencia de los comicios y evitar “sospechas que provoquen desconfianza y acentúen las divisiones entre los argentinos”. Reclamó, asimismo, “actitudes de nobleza para reconocer y respetar la legítima y soberana voluntad popular”. Los excesos en el ejercicio del poder no ayudan, a reafirmar, como debe ocurrir en cada elección, el compromiso democrático.
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