Con el correr de los años, se fueron conociendo casos de padres que -por defender a los hijos- eran capaces de esperar a los maestros a la salida de los establecimientos para agredirlos, sin siquiera conocer de boca del educador la versión del hecho.Hoy, ya se conocen casos donde un alumno es capaz de golpear a una profesora, burlarse de ella sin que existan medidas disciplinarias capaces de desalentar la creciente violencia en las aulas.Parece hasta increíble que una docente deba ir a la escuela custodiada, porque un joven sea agresivo. Más aún que un director obligue a la permanencia del alumno indisciplinado, sin hacerle ver el error que cometió.Si fuera al revés, es decir un alumno agredido por una docente, las consecuencias judiciales civiles serían lapidarias para el educador. Sin embargo, cuando el maestro es víctima de agresiones de un adolescente hasta pareciera haber contemplaciones “especiales”.¿Estas agresiones son consecuencia de una sociedad que esta enferma de violencia? Es muy probable, no por nada hoy la Justicia de Familia (que tiene a su cargo las causas por violencia familiar) está colmada de denuncias y expedientes para resolver. En materia escolar, los docentes admiten que por agresiones entre alumnos, de alumnos a docentes, de alumnos golpeados por sus familiares se pasan varios días de la semana en las comisarias radicando denuncias o prestando declaración en las oficinas judiciales. Es un ejemplo claro de la creciente violencia en las aulas donde el respeto quedó perdido y las consecuencias son muchas veces daños irreparables.
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